Caminaba solo, al filo de su cordura
por las jaretas del devenir
a la luz del río.
Volvió a ver la cara, de su oval inquieta,
los pies de la camisa al trote incorporados,
en la misma bragueta del terror…
Bailó unas veces con un chopo,
una libélula, un grillo, una disculpa…
y pisó el zapato en su tremolar sin ritmo,
una y otra vez.
Óscar Morales © abril de 2005
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